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    Archive of Our Own (9 respuestas) thread icon

    7 [del]

    La baranda pestilente le recordó sus salidas cervezales cuando el boom de las cervecerías. Olor a pis en todo el aíre, hombres, mujeres y seres no binaries orinaban un litro de meo por cada pinta de birra que tomaban.

    Madariaga sentía culpa por no estar dibujando, y también fantaseaba las ideas más estúpidas. Letras de canciones que no transcribiría. Apenas se sentara con lápiz y papel, sabía que toda ocurrencia dejaría de rimar, la música en los versos se marchitaría. Con tenacidad, Madariaga atraparía sombras, ecos de esos destellos inspirados.

    Ideas, ideas, ideas. Redibujar un episodio de la Doom Patrol de Morrison pero con su estilo, un poco deudor de Liniers, Gary Panter, Gary Baseman, Mark Beyer. Y con Gaturro en vez de El Hombre Negativo. Y con otro poder. No sé, que todos los personajes floten como Carlitox. Y que Crazy Jane esté dibujada con una estética más fanservicial.

    Madariaga aspiraba a no ser tan seguidor de LA GRASA, tan "lo que quiere la chola". Pero bueno, había que hacer concesiones. Recordaba su gran colección de cómics de GEN-13 meets My Little Pony. El fan-service estaba por algo. Eye-candys como Misty en Pókemon o Lain Iwakura en Evangelion...

    También lamentaba Madariaga películas que no filmaría, con actrices que no estarían al alcance de su presupuesto. No digamos Audrey Hepburn o una Mia Farrow jovenzuela. Madariaga pensaba en figuras de la talla de Sofía Gala, Thelma Fardín, Marcela Klosterburguer...

    Pero bueno, tuvo su espectral guitarra Fender Telecasper. Compuso canciones de felaciones, de amor francés, de gordas de Willendorf, con dildos menhires de Stonehenge...

    Madariaga tenía un montón de ideas estúpidas.

    Pero no usaba las mal llamadas "inteligencias artificiales". En sus tiempos no existían o él no las conocía.

    "Che, qué baranda a meo que hay", se escuchó pensar en sueños Madariaga.

    El duende que lo orinó estaba manipulado por ChatGrogGePeTe. Le comandaba beber thinner y orinar sobre los huéspedes.

    8 [del]

    El cuarto verde se derritió. Madariaga se percató que desde que se despertó nada se veía como antes, cuando todo lo veía teñido de rojo.

    Entonces una voz le habló desde el centro de su cráneo:

    "Bienvenido a Mictlán".

    Madariaga no entendió nunca que las paredes emitían rayos gamma y que estaba siendo convertido en una pasta de slime para integrar uno de los pendencieros androides de El Hombre Misterioso. Al momento de morir, Madariaga volvió a pensar en Enriqueta, en el Renault 12 que robó y chocó contra un árbol cuando tenía 13 años, en la choco-torta que ganó en una riña de gallos contra Mike el Potoco...

    EL HOMBRE MISTERIOSO estaba satisfecho, detrás del cristal incandescente a prueba de radiación. Sentado en su trono de espinas, su fernét con Manaos Cola se había recalentado y tenía un sabor metálico. Una veintena de gorriones oscuros y acerados flotaban como imantados a su alrededor, como pequeños drones israelíes sedientos de sangre.

    9 [del]

    La recepcionista irrumpe a gritos. La recepcionista es Enriqueta. Quiere dólares y quiere saber dónde está su amiga. Su amiga es una momia bicentenaria. Aparece en el aire, se materializa delante de los presentes. Se comunica con telepatía. Madariaga quiere escapar. La geronta lo acusó de robarse los dólares. "¡Yo sólo robo autos! ¡Sólo los hurto! ¡Nunca usé un arma!". Enriqueta no acepta razones: le salta al cuello y lo muerde como si fuese un pitbull, un bulto pitudo. Pero no duele.

    Era una pesadilla.

    El cuerpo del flamante androide convulsiona. Pesadillas post-mortem. El cuerpo se debate, tiene sustancias en rebelión. Deberían descomponerse. Pero no: la turbia alquimia tecnocrática, retiene el alma en una prisión de carne, metal y muchos colores.

    Madariaga tiene quince años y huye de la policía, que le hace bowlling con una bazooka que arroja bolas de boliche de goma. Cae en un charco, el charco no tiene final, una vez que atraviesa el espejo de barro. Un científico parecido al Doctor Willy de Megaman ensaya con tubos. Hace pesas y flexiones de brazos. Un androide leñador emerge de la oscuridad cantando. "Una cerveza voy a tomar, una cerveza para olvidar y así olvidarme de aquella trampa mortal".

    Pero el robot empezó a llorar.

    El olvido llegaba, pero no tan rápido.

    Algo se diluía en la nada, pero de todos modos, el robot lloraba como un bebé.


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