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    Fragmentos literarios (120 respuestas) thread icon

    1 [del]

    Provincias Unidas de Sudamérica, Campamento militar en Mendoza, noviembre de 1816.

    Se ocultó en la oscuridad que rodeaba a la hoguera. Su corazón decía una cosa y su estómago, otra.
    Cerca, un hombre tocaba la guitarra. Y cantaba una copla sobre un hombre que cantaba una copla. Otros hombres iban y venían, ocupados en quehaceres que Atima Silencio no podía distinguir. De tanto en tanto, sonaba una voz o una carcajada.
    A un costado de la hoguera, sobre un brasero de hierro, se recocían restos de carne y grasa.
    Atima Silencio debía decidir entre su hambre y su miedo. Y el hambre, claro, pudo más.
    La primera reacción de los hombres, al verla aparecer, fue de absoluta indiferencia. Con tanta penumbra, creyeron que se trataba de una de las pocas mujeres que ayudaban a diario en los preparativos para la campaña. Las reconocían a todas. Viudas, en su mayoría. Decididas, escandalosas y malhabladas como un marineros de un basco carguero. Pero pronto, uno de ellos observó la novedad. Y con un grito llamó la atención de sus compañeros.
    Todos giraron a mirarla. Algunos pensaron que todavía era una niña. Otros, en cambio, pensaron que ya había dejado de serlo.
    Atima Silencio tenía puestos los ojos en el brasero donde chirriaban los restos del asado.
    —¡Acercate!
    Y ella avanzó un poco.
    —Si querés comer, tenés que acercarte más.
    —No tengas miedo.
    —Vamos, acercate.
    Los trozos de carne se apretaron en la hoja de un cuchillo pequeño y filoso.
    —¡Tomá!
    Atima Silencio comió con avidez. Si su madre hubiese estado allí, le habría dado un reto de esos que no terminaban nunca. Pero su madre no estaba para retarla, ni para protegerla.

    2 [del]

    Uno de los más jóvenes se acercó a ella.
    —¿Cómo te llamás? ¿De dónde venís? De seguro sos una esclava prófuga. ¿Tenés miedo? —se acercó un poco más—. Sos bonita, ¿sabés? —tomó coraje en la risa de sus compañeros—. ¿Qué es lo que llevás colgado en el cuello? Dejame verlo...
    Sin embargo, no alcanzó a tocar el espejo cuando algo lo detuvo en seco.
    Dos jinetes se aproximaban.
    Aquellos hombres debieron reconocer alguna señal porque, de inmediato, se levantaron. Acomodaron sus ropas y su aspecto.
    Los recién llegados traían linternas de aceite, con las que recorrieron el grupo, rostro por rostro.
    —¿Quién es esta niña? —el que preguntó tenía autoridad sobre todos ellos. Y sobre muchos otros.
    ¿En verdad la madre de Atima Silencio no estaba allí para protegerla?
    Las explicaciones que recibió el jinete fueron entrecortadas. Y no dijeron mucho.
    —Llévenla con las mujeres. Ellas sabrán tratar a una niña asustada y hambrienta mucho mejor que nosotros. ¿No lo creen así, soldados?
    —Sí, señor.

    3 [del]

    —¿Qué es lo que hago con mi vida? —decíase entonces, queriendo quizás aclarar con esta pregunta los orígenes de la ansiedad que le hacía apetecer una existencia en la cual el mañana no fuera la continuación de hoy con su medida de tiempo, sino algo distinto y siempre inesperado como en los desenvolvimientos de las películas norteamericanas, donde el pordiosero de ayer es el jefe de una sociedad secreta de hoy, y la dactilógrafa aventurera una multimillonaria de incógnito.

    ~ARLT, Roberto, Los siete locos

    4 [del]

    Me gustaría tener veinticinco, treinta años menos, y estar lleno de fuerza para leer esa novela como si leyera algo mío. Pero ya no puedo. La leo con rabia, privado del gozo. No me queda nada más que la envidia. La admiro, pero no la gozo.

    ~CHIRBES, Rafael, Crematorio

    5 [del]

    Era como encontrarse dentro de una película, ella protagonista de una película que había visto; y saberse así, protagonista, le daba más ganas de llorar y, al mismo tiempo, convertía su dolor en algo dulce, que tenía sentido porque era estético, una forma de dolorida belleza: caminar por una ciudad grande y desconocida le proporcionaba una sensación nueva: caminaba, torcía en cualquier dirección, y le gustaba ver que la gente se volvía al pasar a su lado cuando se daba cuenta de que estaba llorando, porque era gente como la de las películas, anónima, figurantes, un decorado que la rodeaba, dejándola a su aire, con su dolor a solas (…).

    ~CHIRBES, Rafael, Crematorio.

    6 [del]

    El día en que lo iban a matar, Santiago Nassar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros. "Siempre soñaba con árboles", me dijo Plácida Linero, su madre, evocando 27 años después los pormenores de aquel lunes ingrato. "La semana anterior había soñado que iba solo en un avión de papel de estaño que volaba sin tropezar por entre los almendros", me dijo. Tenía una reputación muy bien ganada de intérprete certera de sueños ajenos, siempre que se los contaran en ayunas, pero no había advertido ningún augurio aciago en esos dos sueños de su hijo, ni en los otros sueños con árboles que él le había contado en las mañanas que precedieron a su muerte.

    ~GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel, Crónica de una muerte anunciada

    7 [del]

    Cuatro días después de que comenzara el brote, el Gobierno de Su Majestad tomó medidas drásticas contra los hospitales que rechazaron la orden. Se envió a los soldados con equipo de protección completo y ejecutaron a los pacientes infectados que todavía se revolcaban en sus camas. Más de quinientos pacientes infectados morirían durante el espacio de 24 horas. Para un hospital en Peterbourgh, la intervención del ejército llegó demasiado tarde. Antes de que llegaran los soldados, una enfermera, exhausta después de haber pasado 36 horas sin dormir, se olvidó de ponerse las gafas protectoras mientras administraba un tranquilizante para caballos recién enviado a un policía infectado. Involuntariamente vomitó un proyectil en la cara de la enfermera y desde allí el virus arrasó el hospital más rápido que cualquier incendio. Cientos de pacientes no infectados solo podían acostarse en sus camas y escuchar la conmoción que se acercaba cada vez más hasta que los infectados irrumpieron en sus salas. Niños, mujeres embarazadas, víctimas de accidentes automovilísticos, pacientes con cáncer y amputados se encontraban entre las víctimas brutalmente atacadas mientras los infectados se abalanzaban sobre las personas en sus camas, golpeando, pateando y desgarrando a las personas indefensas y petrificadas. A algunos pacientes los mataron a golpes con sus propias sondas intravenosas o les sacaron los ojos o los arrojaron de sus camas o camillas y los pisotearon hasta morir. Otros murieron cuando sus máquinas de soporte vital resultaron dañadas en el caos. Los miembros de la familia que visitaban aterrorizados huyeron para salvar sus vidas, odiándose a sí mismos por abandonar a sus seres queridos pero también sabiendo que no había forma de salvarlos. El personal de pensamiento rápido en la sala de maternidad arrojó a los recién nacidos por las ventanas a una muerte rápida en lugar de dejar que los infectados los destrozaran como sucedió en Cambridge. La cosa es que todo era evitable. Ojalá la gente no hubiera dejado que sus emociones se interpusieran en su camino. Si los infectados hubieran sido tratados adecuadamente con una muerte misericordiosa rápida en lugar de atados a camas de hospital, quizás donde inevitablemente causarían más brotes, quizás las cosas hubieran resultado diferentes. Por otra parte, tal vez no. Nunca sabremos. Pero lo que sí sabemos es que a veces nuestra Humanidad es tanto una maldición como una bendición.

    8 [del]

    Alguna vez él le había dicho algo que ella no podía concebir: los amputados sienten dolores, calambres, cosquillas en la pierna que ya no tienen. Así se sentía ella sin él, sintiéndolo estar donde ya no estaba.

    ~GARCÍA MÁRQUEZ, El amor en los tiempos del cólera.

    9 [del]

    [...] la tele y tratando de despertar, tirado en la escalera, me di cuenta de que todos los chicos se habían ido; en realidad, casi todos, pensé con los ojos cerrados sintiendo un bulto tibio enroscado en mi pierna. Casi todos, dije, tanteando la muda sombra que entumida se apegaba a mi costado. Y era tan suave el pelaje arisco de su quiltra piel, y era tan velludo ese cuero canino que dormía a mi lado, que no parecía humano ese acezar animal que lamía mis dedos en el estruje de la caricia. Y en realidad no era humano ese perro Cholo que en busca de calor buscaba mi compañía. Era más que humana la orfandad negra de sus llorados ojos. Y estaba tan solo, tan infinitamente triste como yo esa noche perruna, que me sentí generoso en la repartija de mi mano multiplicando fiebres. Me sentí San Francisco de Asís lujuriosamente enamorado de su lobo. Y dejé correr su cochambre arestiniento por mis yemas, por su estómago desnutrido de perro guata de pan, perro trasnochado, perro cunetero, perro sin amo y sin amor. Por eso archivé la moral ecológica en el estante de Greenpeace, y le brindé a mi Cholo una paja gloriosa que nunca una caricia humana le había concedido. Y así se fue meneándome la cola caninamente agradecido, y yo también le dije adiós con la mano espumosa de su sémen, cuando en el cielo un costra de zoofílica humanidad amenazaba clarear.

    10 [del]

    Por fin la contempló desnuda. El cuerpo caliente le atraía poderosamente. Sintió la húmeda presencia de saliva en su boca y supo lo que significaba, así que se tendió al lado de la muerta y de nuevo pasó su lengua por su superficie, ahora miembro a miembro, deteniéndose especialmente a lo largo de la ingle, desde la parte anal hasta los húmedos labios vaginales.

    11 [del]

    “A mí que no puedo explicar nada sino balbucir el fuego que me quema.”

    — GARCÍA LORCA, Federico, Poeta en Nueva York

    12 [del]

    "Viejo burócrata, camarada aquí presente, nadie te ha permitido evadirte y de ello no eres responsable. Has construido tu paz a fuerza de bloquear con cemento, como la hacen las termitas, todas las salidas hacia la luz. Has rodado como una bola tu seguridad burguesa; en tus rutinas, en los mitos asfixiantes de tu vida provinciana, has alzado esa humilde muralla contra los vientos y las mareas y las estrellas. No quieres inquietarte con los graves problemas, bastante trabajo has tenido con olvidar tu condición de hombre. No eres el habitante de un planeta errante. No planteas preguntas sin respuesta, eres un pequeño burgués de Toulouse. Nadie te ha sacudido por los hombros cuando aún era tiempo. Ahora la arcilla con la cual estás hecho se ha secado y endurecido y nada en ti podría, en adelante, despertar al músico, o al poeta, o al astrónomo que quizá te habitaban al principio."

    Framento de "Tierra de Hombres" de Antoine de Saint-Exupery.

    13 [del]

    «Unos gritan: «¡Ámame!». Otros: «¡No me ames!». Pero cierta raza, la peor y la más desdichada, grita: «¡No me quieras, y séme fiel!».

    ~CAMUS, Albert, La caída

    14 [del]

    "Ya no será

    ya no

    no viviremos juntos

    no criaré a tu hijo

    no coseré tu ropa

    no te tendré de noche

    no te besaré al irme

    nunca sabrás quién fui

    por qué me amaron otros.

    No llegaré a saber

    por qué ni cómo nunca

    ni si era de verdad

    lo que dijiste que era

    ni quién fuiste

    ni qué fui para ti

    ni cómo hubiera sido

    vivir juntos

    querernos

    esperarnos

    estar.

    Yo no soy más que yo

    para siempre y tú

    ya

    no serás para mí

    más que tú.

    Ya no estás

    en un día futuro

    No sabré dónde vives

    con quién

    ni si te acuerdas.

    No me abrazarás nunca

    como esa noche

    nunca.

    No volveré a tocarte.

    No te veré morir."


    ~VILARIÑO, Idea, Ya no será.

    15 [del]

    1 de abril de 1912:

    Por primera vez en una semana, fracaso casi absoluto al escribir. ¿Por qué? También la semana anterior pasé por diversos estados de ánimo y preservé de su influencia la actividad de escribir; pero me da miedo escribir sobre esto.

    ~ KAFKA, Franz, Diarios

    16 [del]

    Mi situación es totalmente falsa, vivo como si me fuera a suicidar dentro de muy poco. Me despido. Sensación de estar saldando mi tiempo.

    ~PIZARNIK, Alejandra, Diarios, 1962

    17 [del]

    Como si no fuera suficiente su desgracia, se enamoró.

    —WILDE, Oscar.

    18 [del]

    19 [del]

    "El hombre no es capaz de pensar a alto nivel, e incluso la persona más intelectual y culta ve siempre al mundo y a sí mismo a través de las lentes de fórmulas muy ingenuas, simplificadoras y mentirosas. ¡Sobre todo a sí mismo! Por lo visto, una necesidad innata y compulsiva de todos los seres humanos es imaginar su yo como una unidad. Por más seguido y fuerte que sea sacudido este delirio, siempre vuelve a rearmarse."

    HESSE, Hermann en "El Lobo Estepario" de 1927.

    20 [del]

    “¿En qué pienso? En abrazos. Nunca he conocido a nadie capaz de aceptar mis demostraciones de afecto cotidianas y devolvérmelas en la misma medida.”

    — PLATH, Sylvia, The Journals of Sylvia Plath 1950-1962.

    21 [del]

    “Ahora ya no pienso en nadie; ni siquiera me cuido de buscar palabras. La cosa se desliza en mí más o menos rápido; no fijo nada, la dejo correr. La mayor parte del tiempo, al no unirse a palabras, mis pensamientos quedan en nieblas. Dibujan formas vagas y agradables, se disipan; enseguida los olvido.”

    — SARTRE, Jean-Paul, La náusea

    22 [del]

    “Solía ​​anunciar mi lealtad y no creo que haya una sola persona que ame a la que no haya traicionado”.

    — CAMUS, Albert.

    23 [del]

    Encontré este breve cuento en DeviantArt y aunque tiene algún problema de redacción y otros de puntuación, se deja leer y el desarrollo y el final me gustaron mucho.
    https://www.deviantart.com/heru-tapeworm/art/un-fuerte-golpe-6845067

    24 [del]

    Si para ganar tengo que hacer trampas... prefiero perder. Ante este mundo de ganadores vulgares y deshonestos, de prevaricadores falsos y oportunistas, de gente importante que ocupa el poder, de todos los neuróticos del éxito, del figurar, del llegar a ser. Ante esta antropología del ganador de lejos prefiero al que pierde.

    — PAOLINI, Pier Paolo.

    25 [del]

    El momento más solitario en la vida de alguien es cuando está viendo cómo su mundo se desmorona, y lo único que puede hacer, es mirar fijamente.

    — FITZGERALD, Scott, El gran Gatsby

    26 [del]

    Quiero desaparecer y no morir

    Quiero no ser y perdurar

    Y saber que perduro

    Llamo a las puertas de la muerte

    Y me retiro

    Llamo a la vida y huyo avergonzado

    Quiero ser toda mi alma y no lo puedo

    Quiero todo mi cuerpo y no lo logro. 


    — HUIDOBRO, Vicente.

    27 [del]

    Inglaterra sólo produce tres cosas buenas: El té, el whisky y mis libros. Pero resulta que el té es chino, el whisky es escocés y yo soy irlandés. O sea que Inglaterra lo único bueno que tiene lo ha tomado de otros países.

    — WILDE, Oscar.

    28 [del]

    l

    29 [del]

    Saludos a todos los VVimPRS

    30 [del]

    No, pero pensándolo francamente, lo más absurdo de estas vidas que pretendemos vivir es su falso contacto. Órbitas aisladas, de cuando en cuando dos manos que se estrechan, una charla de cinco minutos, un día en las carreras, una noche en la ópera, un velorio donde todos se sienten un poco más unidos (y es cierto, pero se acaba a la hora de soldadura). Y al mismo tiempo uno vive convencido de que los amigos están ahí, de que el contacto existe, de que los acuerdos o los desacuerdos son profundos y duraderos. Cómo nos odiamos todos, sin saber que el cariño es la forma presente de ese odio, y como la razón del odio profundo es esta excentración, el espacio insalvable entre yo y tu, entre esto y aquello.

    — CORTÁZAR, Julio, Rayuela

    31 [del]

    —Estaba al borde de un cantero, una flor amarilla cualquiera. Me había detenido a encender un cigarrillo y me distraje mirándola. Fue un poco como si también la flor me mirara, esos contactos, a veces... Usted sabe, cualquiera los siente, eso que llaman la belleza. Justamente eso, la flor era bella, era una lindísima flor. Y yo estaba condenado, yo me iba a morir un día para siempre. La flor era hermosa, siempre habría flores para los hombres futuros. De golpe comprendí la nada, eso que había creído la paz, el término de la cadena. Yo me iba a morir y Luc ya estaba muerto, no habría nunca más una flor para alguien como nosotros, no habría nada, no habría absolutamente nada, y la nada era eso, que no hubiera nunca más una flor.

    — CORTÁZAR, La flor amarilla, 1956.

    32 [del]

    Eran diez o doce cuadras, ahora solo y más lento, a través de noches molestadas por vientos tibios y helados, sobre el filo inquieto que separaba la primavera del invierno. Le sirvieron para medir su necesidad y su desamparo, para saber que la locura que compartían tenía por lo menos la grandeza de carecer de futuro, de no ser medio para nada.

    — ONETTI, Juan Carlos.

    33 [del]

    Incluso en los abismos de la vida, somos criaturas sedientas de historias. Por esa razón llevamos libros con nosotros —o dentro de nosotros— a todas partes; también a los territorios del espanto, como eficaces botiquines contra la desesperanza.

    —VALLEJO, Irene, El infinito en un junco.

    34 [del]

    No es tener sexo lo que cuenta, sino tener deseo. Hay demasiada gente que tiene sexo sin deseo. Todas esas mujeres escritoras hablan tan mal del tema, cuando es un mundo que a una le cae encima. Yo he sabido desde niña que el universo de la sexualidad era fabuloso, enorme. Y mi vida no ha hecho sino confirmarlo. Me interesa lo que se encuentra en el origen del erotismo, el deseo. Lo que no se puede, y quizás no se debe, apaciguar con el sexo. El deseo es una actividad latente y en eso se parece a la escritura: se desea como se escribe, siempre.

    — DURAS, Marguerite.

    35 [del]

    El hombre y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal.
    Faltábanles aún dos calles; pero como en éstas abundaban las chircas y malvas silvestres, la tarea que tenían por delante era muy poca cosa. El hombre echó, en consecuencia, una mirada satisfecha a los arbustos rozados y cruzó el alambrado para tenderse un rato en la gramilla.
    Mas al bajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, su pie izquierdo resbaló sobre un trozo de corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le escapaba de la mano. Mientras caía, el hombre tuvo la impresión sumamente lejana de no ver el machete de plano en el suelo.


    — QUIROGA, Horacio, El hombre muerto.

    36 [del]

    El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo. Sonreías. Dejaba atrás un pueblo del que muchas veces me dijiste: "Lo quiero por ti; pero lo odio por todo lo demás, hasta por haber nacido en él". Pensé: "No regresará jamás; no volverá nunca".

    — RULFO, Juan, Pedro Páramo.

    37 [del]

    [...] se había apoderado de mí la única convicción de que en el mundo todo daba igual. Lo venía presintiendo desde hacía ya tiempo, pero la convicción completa se me presentó de pronto el último año. De repente sentí que me daba igual que existiera el mundo o que no existiera en absoluto. Comencé a percibir con todo mi ser que nada existía a mi alrededor. Al principio creí que, a pesar de todo, en otros tiempos hubo muchas cosas, pero más tarde llegué a la conclusión de que tampoco antes las hubo, de que todo era una ilusión. Poco a poco me fui convenciendo de que jamás existiría nada. Entonces de pronto dejé de enfadarme con la gente, y apenas me percataba de ellos. La verdad es que eso afloraba incluso en las nimiedades más insignificantes; por ejemplo, iba por la calle y me chocaba con la gente. Y no era porque fuera ensimismado y pensativo: no tenía nada en que pensar; por aquel entonces dejé de pensar completamente: todo me daba igual. Si al menos hubiera resuelto algún problema; pero no resolví ninguno. ¡Y cuántos había! Pero todo me daba igual, y todos los problemas se apartaban de mí por sí solos.

    — DOSTOYEVSKI, Fiódor, El sueño de un hombre ridículo.

    38 [del]

    Por lo general, todos creemos que estamos llenos de vida y alardeamos de nuestros esfuerzos y de su fruto. En realidad, llevamos a la espalda un saco vacío que llenamos de vez en cuando con migajas de realidad. El hombre es un mendigo de la existencia. Un ridículo ganapán en la irrealidad, un chapucero de la naturaleza. Te haces un aposento en el mundo y te crees que has escapado de él. Ya no ves nada a tu alrededor. Y cuando te crees que estás más solo, te das cuenta que tu albergue carece de techo. ¿Hacia dónde vas a escupir? ¿Hacia el sol o hacia la noche? Abres las manos en el espacio. Y los dedos se te pegan en el vacío. No se adhieren a ningún ser porque el ser quema.

    — CIORAN, Emil.

    39 [del]

    Y abrí la boca para que se fuera [mi alma]. Y se fue. Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre con que estaba amarrada a mi corazón.

    — RULFO, Juan, Pedro Páramo.

    40 [del]

    Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias.

    — CERVANTES, Miguel de, El Quijote de La Mancha.

    41 [del]

    Estoy bastante aislado y no me gusta hablar con nadie como no sea con los camareros que son guapos y sé lo que van a decirme. Yo te recuerdo siempre. Te recuerdo demasiado. Me parece que tengo una cálida moneda de oro en la mano y no la puedo soltar. Pero tampoco quiero soltarla, hijito. Tengo que pensar que eres feísimo para quererte más.

    — LORCA, Federico García, Fragmento de una carta a Salvador Dalí, agosto del 1927.


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