14 Nombre: Una realidad aparte 14-11-2021 (Sun) 02:56:50 [del]
-... un guerrero elige los elementos que forman su mundo. Elige con deliberación, pues cada elemento que escoge es un escudo que lo protege de los ataques de las fuerzas que él lucha por usar. Un guerrero utiliza sus resguardos para protegerse de su aliado, por ejemplo.
Un hombre común y corriente, igualmente rodeado por esas fuerzas inexplicables, se olvida de ellas porque tiene otras clases de resguardos especiales para protegerse.
Hizo una pausa y me miró con una pregunta en los ojos. Yo no había entendido a qué se refería.
-¿Qué son esos resguardos? -pregunté.
-Lo que la gente hace -repuso.
-¿Qué hace?
-Bueno, mira a tu alrededor. La gente está ocupada haciendo lo que la gente hace. Esos son sus resguardos. Cada vez que un brujo se encuentra con cualquiera de esas fuerzas inexplicables e inflexibles de las que hemos hablado, su abertura se ensancha, haciéndolo más susceptible a su muerte de lo que es comúnmente; te he dicho que morimos por esa abertura; por ello, si está abierta, uno tiene que tener la voluntad lista para llenarla; eso es, si uno es guerrero. Si uno no es guerrero, como tú, el único recurso que le queda es usar las actividades de la vida cotidiana para apartar a la mente del susto del encuentro y así permitir que la abertura se cierre. Tú te enojaste conmigo ese día que te encontraste al aliado. Te hice enojar cuando paré tu coche y te enfrié al echarte al agua. El que tuvieras la ropa puesta te dio aún más frío. El enojo y el frío te ayudaron a cerrar tu abertura y quedaste protegido. Pero a esta altura en tu vida ya no puedes usar esos resguardos en forma tan efectiva como un hombre corriente. Sabes demasiado de esas fuerzas y ahora estás por fin al borde de sentir y actuar como guerrero. Tus antiguos resguardos ya no son seguros.
-¿Qué es lo que debería hacer?
-Actuar como guerrero y elegir los elementos de tu mundo. Ya no puedes rodearte de cosas a la loca. Te digo esto de la manera más seria. Ahora, por primera vez, no estás seguro en tu antigua forma de vivir.
-¿A qué se refiere usted con lo de elegir los elementos de mi mundo?
-Un guerrero encuentra esas fuerzas inexplicables e inflexibles porque las anda buscando adrede; así que siempre está preparado para el encuentro. Tú, en cambio, nunca estás preparado. Es más, si esas fuerzas vienen a ti van a tomarte por sorpresa; el susto ensanchará tu abertura y por ahí se escapará sin remedio tu vida. Entonces, la primera cosa que debes hacer es estar preparado. Piensa que el aliado va a saltar en cualquier momento frente a tus ojos y debes estar listo. Encontrarse con un aliado no es fiesta de domingo ni paseo al campo, y un guerrero toma la responsabilidad de proteger su vida. Luego, si cualquiera de esas fuerzas te topa y ensancha tu abertura, debes luchar deliberadamente por cerrarla tú solo. Para ese propósito deberás haber elegido cierto número de cosas que te den paz y placer, cosas que puedas usar deliberadamente para apartar los pensamientos de tu susto y cerrarte y amacizarte.
-¿Qué clase de cosas?
-Hace años te dije que, en su vida cotidiana, el guerrero escoge seguir el camino con corazón. La consistente preferencia por el camino con corazón es lo que diferencia al guerrero del hombre común. El guerrero sabe que un camino tiene corazón cuando es uno con él, cuando experimenta gran paz y placer al atravesar su largo. Las cosas que un guerrero elige para hacer sus resguardos son los elementos de un camino con corazón.
-Pero usted dice que yo no soy guerrero, de modo que ¿cómo puedo escoger un camino con corazón?
-Este es el empalme de caminos. Digamos que hasta hoy no tenías verdadera necesidad de vivir como guerrero. Ahora es distinto, ahora debes rodearte con los elementos de un camino con corazón y debes rehusar el resto, o de otro modo perecerás en el próximo encuentro. Puedo añadir que ya no necesitas pedir el encuentro. Ahora, un aliado puede venir a ti mientras duermes; mientras hablas con tus amigos; mientras escribes.
-Durante años he tratado realmente de vivir de acuerdo con sus enseñanzas -dije-. Por lo visto no he sabido hacerlo. ¿Cómo puedo mejorar ahora?
-Piensas y hablas demasiado. Debes dejar de hablar contigo mismo.
-¿Qué quiere usted decir?
-Hablas demasiado contigo mismo. No eres único en eso. Cada uno de nosotros lo hace. Sostenemos una conversación interna. Piensa en eso. ¿Qué es lo que siempre haces cuando estás solo?
-Hablo conmigo mismo.
-¿De qué te hablas?
-No sé; de cualquier cosa, supongo.
-Te voy a decir de qué nos hablamos. Nos hablamos de nuestro mundo. Es más, mantenemos nuestro mundo con nuestra conversación interna.
-¿Cómo es eso?
-Cuando terminamos de hablar con nosotros mismos, el mundo es siempre como debería ser. Lo renovamos, lo encendemos de vida, lo sostenemos con nuestra conversación interna. No sólo eso, sino que también escogemos nuestros caminos al hablarnos a nosotros mismos. De allí que repetimos las mismas preferencias una y otra vez hasta el día en que morimos, porque seguimos repitiendo la misma conversación interna una y otra vez hasta el día en que morimos.
"Un guerrero se da cuenta de esto y lucha por parar su habladuría. Este es el último punto que debes saber si quieres vivir como guerrero."
-¿Cómo puedo dejar de hablar conmigo mismo?
-Antes que nada debes usar tus oídos a fin de quitar a tus ojos parte de la carga. Desde que nacimos hemos estado usando los ojos para juzgar el mundo. Hablamos a los demás, y nos hablamos a nosotros mismos, acerca de lo que vemos. Un guerrero se da cuenta de esto y escucha el mundo; escucha los sonidos del mundo.
Guardé mis notas. Don Juan rió y dijo que no buscaba llevarme a forzar el proceso, que escuchar los sonidos del mundo debía hacerse armoniosamente y con gran paciencia.
-Un guerrero se da cuenta de que el mundo cambiará tan pronto como deje de hablarse a sí mismo -dijo-, y debe estar preparado para esa sacudida monumental.
-¿Qué es lo que quiere usted decir, don Juan?
-El mundo es asi-y-así o así-y-asá sólo porque nos decimos a nosotros mismos que esa es su forma. Si dejamos de decirnos que el mundo es así-y-asá, el mundo deja de ser así-y-asá. En este momento no creo que estés listo para un golpe tan enorme; por eso debes empezar despacio a deshacer el mundo.
-¡Palabra que no le entiendo!
-Tu problema es que confundes el mundo con lo que la gente hace. Pero tampoco en eso eres el único. Todos lo hacemos. Las cosas que la gente hace son los resguardos contra las fuerzas que nos rodean; lo que hacemos como gente nos da consuelo y nos hace sentirnos seguros; lo que la gente hace es por cierto muy importante, pero sólo como resguardo. Nunca aprendemos que las cosas que hacemos como gente son sólo resguardos, y dejamos que dominen y derriben nuestras vidas. De hecho, podría decir que para la humanidad, lo que la gente hace es más grande y más importante que el mundo mismo.
-¿A qué llama usted el mundo?
-El mundo es todo lo que está encajado aquí -dijo, y pateó el suelo-. La vida, la muerte, la gente, los aliados y todo lo demás que nos rodea. El mundo es incomprensible. Jamás lo entenderemos; jamás desenredaremos sus secretos. Por eso, debemos tratarlo como lo que es: ¡un absoluto misterio!
"Pero un hombre corriente no hace esto. El mundo nunca es un misterio para él, y cuando llega a viejo está convencido de que no tiene nada más por qué vivir. Un viejo no ha agotado el mundo. Sólo ha agotado lo que la gente hace. Pero en su estúpida confusión cree que el mundo ya no tiene misterios para él. ¡Qué precio tan calamitoso pagamos por nuestros resguardos!"
"Un guerrero se da cuenta de esta confusión y aprende a tratar a las cosas debidamente. Las cosas que la gente hace no pueden, bajo ninguna condición, ser más importantes que el mundo. De modo que un guerrero trata el mundo como un interminable misterio, y lo que la gente hace como un desatino sin fin."