Cargando...



Servicios:FileShareChat


Online:
Internet
  • Discusión Vampiresca
  • Temáticos
  • Fantasmas
  • Ovni
  • Tecnología
  • Paranormal
  • Historias de Terror
  • Estilos y Moda
  • Filosofía
  • Sueños
  • Arte/Cine/Musica
  • anime
  • Sugerencias
  • Galería
  • Galería de Vampiros
  • IRC
    #oscuridad@rizon.net
    Habilitar notificaciones
    en el título:

    Últimas en Galería

    Volver Hilo Completo Primeros 100 Anteriores 100 Siguientes 100 Últimos 50 Posts Reportar ▼ Bajar ▼ Estilo:  

    Página: 1-

    Castaneda (14 respuestas) thread icon

    1 [del]

    -La sola idea de desapegarme de todo lo que conozco me da escalofríos -dije.

    -¡Has de estar bromeando! Lo que debería darte escalofríos es no tener nada que esperar más que una vida de hacer lo que siempre has hecho. Piensa en el hombre que planta maíz año tras año hasta que está demasiado viejo y cansado para levantarse y se queda echado como un perro viejo. Sus pensamientos y sentimientos, lo mejor que tiene, vagan sin ton ni son y se fijan en lo único que ha hecho: plantar maíz. Para mí, ése es el desperdicio más aterrador que existe. Somos hombres y nuestra suerte es aprender y ser arrojados a mundos nuevos, inconcebibles.

    -¿Hay de veras algún mundo nuevo para nosotros? -pregunté, medio en broma.

    -No hemos agotado nada, idiota -dijo él, imperioso-. Ver es para hombres impecables. Templa tu espíritu, llega a ser un guerrero, aprende a ver, y entonces sabrás que no hay fin a los mundos nuevos para nuestra visión.

    2 [del]

    >>1
    Ese extracto lo tomé de aquí: http://cerodivideinfinito.com/dialogos-entre-carlos-castaneda-y-don-juan-matus/

    3 [del]

    ¿Es tan terrible ser tímido?

    -No. No lo es si vas a ser inmortal, pero si vas a morir no hay tiempo para la timidez, sencillamente porque la timidez te hace agarrarte de algo que sólo existe en tus pensamientos. Te apacigua mientras todo está en calma, pero luego el mundo de pavor y misterio abre la boca para ti, como la abrirá para cada uno de nosotros, y entonces te das cuenta de que tus caminos seguros nada tenían de seguro. La timidez nos impide examinar y aprovechar nuestra suerte como hombres.

    ~Viaje a Ixtlan.

    4 [del]

    Think of your death now. It is at arm’s length. It may tap you any moment, so really you have no time for crappy thoughts and moods. None of us have time for that. The only thing that counts is action, acting instead of talking.

    ~Journey to Ixtlan

    5 [del]

    In a world where death is the hunter there are no small decisions. There are only decisions that we make in the face of our inevitable death.

    ~Journey to Ixtlan

    6 [del]

    Gastamos la mayor parte de nuestra energía sosteniendo nuestra importancia. Si pudiéramos perder parte de esta importancia nos sucederían dos cosas extraordinarias. Una, liberaríamos la energía que se mantiene atada alimentando la idea ilusoria de nuestra grandeza y dos, nos proveeríamos de suficiente energía para vislumbrar la real energía del universo.

    ~El arte de soñar.

    7 [del]

    A warrior must know first that his acts are useless, and yet, he must proceed as if he didn’t know. That’s a shaman’s controlled folly.


    ~A Separate Reality

    8 [del]

    El espíritu de un guerrero no está orientado a consentirse o a quejarse, ni está orientado a ganar o perder. El espíritu de un guerrero sólo está orientado a la lucha. Y cada lucha la vive como si fuera su última batalla en la tierra.

    Las enseñanzas de don Juan

    9 [del]

    Once inner silence is attained, everything is possible. The way to stop talking to ourselves is to use exactly the same method used to teach us to talk to ourselves; we were taught compulsively and unwaveringly, and this is the way we must stop it: compulsively and unwaveringly.

    10 [del]

    La perdiste porque eras accesible; siempre estabas a su alcance y tu vida era de rutina. El arte de un cazador es volverse inaccesible -dijo-. En el caso de esa güera, quería decir que tenías que volverte cazador y verla lo menos posible. No como hiciste. Te quedaste con ella día tras día, hasta no dejar otro sentimiento que el fastidio. ¿Verdad?

    Ser inaccesible significa tocar lo menos posible el mundo que te rodea. No comes cinco perdices; comes una.
    No dañas las plantas sólo por hacer una fosa para barbacoa. No te expones al poder del viento a menos que sea obligatorio. No usas ni exprimes a la gente hasta dejarla en nada, y menos a la gente que amas.
    Ponerse fuera del alcance significa que evitas, a propósito, agotarte a ti mismo y a los otros.
    Significa que no estás hambriento y desesperado, como el pobre hijo de puta que siente que no volverá a comer y devora toda la comida que puede, ¡todas las cinco perdices!
    Un cazador sabe que atraerá caza a sus trampas una y otra vez, así que no se preocupa. Preocuparse es ponerse al alcance, sin quererlo. Y una vez que te preocupas, te agarras a cualquier cosa por desesperación; y una vez que te aferras, forzosamente te agotas o agotas a la cosa o la persona de la que estás agarrado.

    Ya te dije que ser inaccesible no significa esconderse ni andar con secretos.
    Tampoco significa que no puedas tratar con la gente.
    Un cazador usa su mundo lo menos posible y con ternura, sin importar que el mundo sean cosas o plantas, o animales, o personas o poder. Un cazador tiene trato íntimo con su mundo, y sin embargo es inaccesible para ese mismo mundo.

    Es inaccesible porque no exprime ni deforma su mundo. Lo toca levemente, se queda cuanto necesita quedarse, y luego se aleja raudo, casi sin dejar señal alguna.

    11 [del]

    -Todo cuanto te he enseñado hasta ahora ha sido un aspecto de no-hacer -prosiguió don Juan-. Un guerrero aplica el no-hacer a todo el mundo, y sin embargo no puedo decirte más al respecto de lo que te he dicho hoy. Debes dejar que tu propio cuerpo descubra el poder y el sentir de no-hacer.

    Tuve otro ataque de risa cascada, nerviosa.

    -Es una estupidez que desdeñes los misterios del mundo nada más porque conoces el hacer del desdén -me dijo con el rostro serio.

    Le aseguré que yo no desdeñaba nada ni a nadie, pero que era más nervioso e incompetente de lo que él creía.

    -Siempre he sido así -dije-. Y quiero cambiar, pero no sé cómo. No estoy a la altura.

    -Ya sé que te crees podrido -dijo-. Ese es tu hacer. Ahora, con el fin de afectar ese hacer, voy a recomendarte que aprendas otro. De ahora en adelante, y durante un lapso de ocho días, quiero que te digas mentiras. En vez de decirte la verdad, que eres feo y estás podrido y no tienes remedio, te dirás exactamente lo contrario, sabiendo que mientes y que no hay esperanza para ti.

    -¿Pero cuál sería el objeto de mentir así, don Juan?

    -A lo mejor te engancha a otro hacer, y a lo mejor entonces te das cuenta de que ambos haceres son mentira, son irreales, y que prenderte en cualquiera es una pérdida de tiempo, porque lo único real es el ser que hay en ti y que va morir. Llegar a ese ser, al ser que va a morir es el no hacer de la persona.


    -Viaje a Ixtlan

    12 [del]

    Al terminar don Juan de darme esas instrucciones, yo era presa del pánico. Lo aferré por el brazo y me negué a soltarlo. Tardé dos o tres minutos en calmarme lo suficiente para poder articular mis palabras. Una oleada nerviosa corría a lo largo de mi estómago y abdomen y me impedía hablar con coherencia.

    En voz tranquila y suave, don Juan me instó a dominarme, porque la oscuridad era como el viento: una entidad desconocida e indómita que podía engatusarme si no me cuidaba. Y para vérmelas con ella tenía que estar perfectamente calmo.

    -Tienes que dejarte ir para que así tu poder personal se aúne con el poder personal de la noche -me dijo al oído.

    Dijo que iba a adelantarse y tuve un ataque de miedo irracional.

    -Esto es una locura -protesté.

    Don Juan no se enojó ni se impacientó. Rio calladamente y me dijo al oído algo que no acabé de entender.

    -¿Qué dijo usted? -pregunté en voz alta, mientras mis dientes castañeteaban.

    Don Juan me puso la mano en la boca y susurró que un guerrero actuaba como si supiera lo que hacía, aunque en realidad no sabía nada. Repitió una frase tres o cuatro veces, como si quisiera que yo la memorizara. Dijo:

    -Un guerrero es impecable cuando confía en su poder personal, sin importar que sea pequeño o enorme.

    Tras una breve espera me preguntó si estaba bien. Asentí y se perdió velozmente de vista casi sin un sonido.


     CASTANEDA, Carlos,Viaje a Ixtlán, Fondo de Cultura Económica, México, D.F. ISBN 986-16-003354, quinta reimpresión, 1985, traducción de Juan Tovar.

    13 [del]

    -No tienes tiempo, amigo mío —dijo él—. Ésa es la desgracia de los seres humanos. Ninguno de nosotros tiene tiempo suficiente, y tu continuidad no tiene sentido en esete mundo de pavor y misterio.

    "Tu continuidad sólo te hace tímido. Tus actos no pueden de ninguna manera tener el gusto, el poder, la fuerza irresistible de los actos realizados por un hombre que sabe que está librando su última batalla sobre la tierra. En otras palabras, tu continuidad no te hace feliz ni poderoso."
    Admití mi temor de pensar que iba a morir, y lo acusé de provocarme una gran aprensión con sus constantes referencias a la muerte.

    -Pero todos vamos a morir -dijo.

    Señaló unos cerros en la distancia.

    -Hay algo allí que me está esperando, de seguro; y voy a reunirme con ello, también de seguro. Pero a lo mejor tú eres distinto y la muerte no te está esperando en ningún lado.
    Rio de gesto de desesperanza.

    -No quiero pensar en eso, don Juan.

    -¿Por qué no?

    -No tiene caso. Si está allá esperándome, ¿para qué preocuparme por ella?

    -Yo no dije que te preocuparas por ella.

    -¿Entonces qué hago?

    -Usarla. Pon tu atención en el lazo que te une con tu muerte, sin remordimiento ni tristeza ni preocupación. Pon tu atención en el hecho de que no tienes tiempo, y deja que tus actos fluyan de acuerdo con eso. Que cada uno de tus actos sea tu última batalla sobre la tierra. Sólo bajo tales condiciones tendrán tus actos el poder que les corresponde. De otro modo serán, mientras vivas, los actos de un hombre tímido.

    -¿Es tan terrible ser tímido?

    -No. No lo es si vas a ser inmortal, pero si vas a morir no hay tiempo para la timidez, sencillamente porque la timidez e hace agarrarte de algo que sólo existe en tus pensamientos. Te apacigua mientras todo está en calma, pero luego el mundo de pavor y misterio abre la boca para ti, como la abrirá para cada uno de nosotros, y entonces te das cuenta de que tus caminos no tenían nada de seguro. La timidez nos impide examinar y aprovechar nuestra suerte como hombres.

    -No es natural vivir con la idea constante de nuestra muerte, don Juan.

    -Nuestra muerte espera, y este mismo acto que estamos realizando ahora puede muy bien ser nuestra última batalla sobre la tierra -respondió en tono solemne-. La llamo batalla porque es una lucha. La mayoría de la gente pasa de acto a acto sin luchar ni pensar. Un cazador, al contrario, evalúa cada acto; y como tiene un conocimiento íntimo de su muerte, procede con juicio, como si cada acto fuese su última batalla. Sólo un imbécil dejaría de notar la ventaja que un cazador tiene sobre sus semejantes. Un cazador da a su última batalla el respeto que merece. Es natural que su último acto sobre la tierra sea lo mejor de sí mismo. Así es placentero. Le quita el filo al temor.

    -Tiene usted razón -concedí-. Sólo que es difícil de aceptar.

    -Tardarás años en convencerte, y luego tardarás años en actuar como corresponde. Ojalá te quede tiempo.

    -Me asusta que diga usted eso -dije.

    Don Juan me examinó con una expresión grave en el rostro.

    -Ya te dije: éste es un mundo extraño -dijo-. Las fuerzas que guían a los hombres son imprevisibles, pavorosas, pero su esplendor es digno de verse.

    Dejó de hablar y me miró de nuevo. Parecía estar a punto de revelarme algo, pero se contuvo y me sonrió.

    -¿Hay algo que nos guía? -pregunté.

    -Seguro. Hay poderes que nos guían.

    -¿Puede usted describirlos?

    -En realidad no; sólo llamarlos fuerzas, espíritus, aires, vientos o cualquier cosa por el estilo.

    Quise seguir interrogándolo, pero antes de que pudiera formular otra pregunta él se puso en pie. Me le quedé viendo, atónito. Se había levantado en un sólo movimiento; su ceurpo, simplemente, se estiró hacia arriba y quedó de pie.

    Me hallaba meditando todavía en la insólita pericia necesaria para moverse con tal rapidez, cuando él me dijo, en seca voz de mando, que rastreara un conejo, los atrapara, lo matara, lo desollase y asara la carne antes del crepúsculo.

    Miró al cielo y dijo que tal vez me alcanzara el tiempo.

    Puse automáticamente manos a la obra, siguiendo el procedimiento usado veintenas de veces. Don Juan caminaba a mi lado y seguía mis movimientos con una mirada escudriñadora. Yo estaba muy calmado y me movía cuidadosamente, y no tuve ninguna dificultad en atrapar un conejo macho.

    -Ahora mátalo -dijo don Juan secamente.

    Metí la mano en la trampa para agarrar al conejo. Lo tenía asido de las orejas y lo estaba sacando cuando me invadió una súbita sensación de terror. Por primera vez desde que don Juan había iniciado sus lecciones de caza, se me ocurrió que nunca me había enseñado a matar animales. En las numerosas ocasiones que habíamos recorrido el desierto, él mismo sólo había matado un conejo, dos perdices y una víbora de cascabel.

    Solté el conejo y miré a don Juan.

    -No puedo matarlo -dije.

    -¿Por qué no?

    -Nunca lo he hecho.

    -Pero has matado cientos de aves y otros animales.

    -Con un rifle, no a mano limpia.

    -¿Qué importancia tiene? El tiempo de este conejo se acabó.

    El tono de don Juan me produjo un sobresalto; era tan autoritario, tan seguro, que no dejó en mi mente la menor duda: él sabía que el tiempo del conejo había terminado.

    -¡Mátalo! -ordenó con ferocidad en la mirada.

    -No puedo.

    Me gritó que el conejo tenía que morir. Dijo que sus correrías por aquel hermoso desierto habían llegado a su fin. No tenía caso perder tiempo, porque el poder o espíritu que guía a los conejos había llevado a ése a mi trampa, justo al filo del crepúsculo.

    Una serie de ideas y sentimientos confusos se apoderó de mí, como si los sentimientos hubieran estado allí esperándome. Sentí con torturante claridad la tragedia del conejo: haber caído en mi trampa. En cuestión de segundos mi mente recorrió los momentos decisivos de mi propia vida, las muchas veces que yo mismo había sido el conejo.

    Lo miré y el conejo me miró. Se había arrinconado contra un lado de la jaula; estaba casi enroscado, muy callado e inmóvil. Cambiamos una mirada sombría, y esta mirada, que supuse de silenciosa desesperanza, selló una identificación completa por parte mía.

    -Al carajo -dije en voz alta-. No voy a matar nada. Ese conejo es libre.

    Una profunda emoción me estremecía. Mis brazos temblaban al tratar de asir al conejo por las orejas; se movió a prisa y fallé. Hice un nuevo intento y volví a errar. Me desesperé. Al borde de la náusea, patee rápidamente la trampa para romperla y liberar al conejo. La jaula resultó insospechadamente fuerte y no se quebró como yo esperaba. Mi desesperación creció convirtiéndose en una angustia insoportable. Usando toda mi fuerza, pisoteé la esquina de la jaula con el pie derecho. Las varas crujieron con estruendo. Saqué el conejo. Tuve un alivio momentáneo, hecho trizas al instante siguiente. El conejo colgaba inerte de mi mano. Estaba muerto.

    No supe qué hacer. Quise descubrir el motivo de su muerte. Me volví hacia don Juan. Él me miraba. Un sentimiento de terror atravesó mi cuerpo en escalofrío.

    Me senté junto a unas rocas. Tenía una jaqueca terrible. Don Juan me puso la mano en la cabeza y me susurró al oído que debía desollar y asar al conejo antes de haber terminado el crepúsculo.
    Sentía náuseas. Él me habló con mucha paciencia, como dirigiéndose a un niño. Dijo que los poderes que guían a los hombres y a los animales habían llevado hacia mí a ese conejo, en la misma forma en que me llevarán a mi propia muerte. Dijo que el conejo era un regalo para mí, exactamente como mi propia muerte será un regalo para algo o alguien más.

    Me hallaba mareado. Los sencillos eventos de ese día me habían quebrantado. Intenté pensar que no era sino un conejo; sin embargo, no podía sacudirme la misteriosa identificación que había tenido con él.


    ▲ Subir ▲ / Nuevos Posts /

    Nombre: Email:
    15
    Volver Hilo Completo Últimos 50 Primeros 100