1 Nombre: Vampiro Negro 23-09-2021 (Thu) 17:58:14 [del]
El ñomo se debatió ferozmente, pero Enoc Quishpe había prevalecido, pisándole la cabeza hasta romperla como un pomelo. Clotilde, la novia de su hermano mayor, había caído en la batalla. Enoc se despertó llorando. Le gustaba hablar con ella, en el mundo despierto. Tenían un juego que al hermano le disgustaba: como Enoc tartamudeaba mucho, Clotilde le escribía preguntas en papeles y cuadernos. A veces se contestaban con dibujos. A veces escuchaban música y garabateaban "escritura asémica" y hacían mímica y hasta unos bailes secretos (de los que nadie sabía nada). Esto lo hacían cuando Samuel Quishpe iba a jugar a la pelota por una Coca-Cola de dos litros que se llevaba el equipo ganador. Samuel Quishpe era un goleador de raza. Incluso atajaba los penales, y estaba orgulloso de sus reflejos, de su agilidad. Aunque quería a su hermano, le molestaba de modo indisimulable que se llevara tan bien con "su chica".
Clotilde nunca había ido a ver jugar a la pelota a Samuel, y nunca iría.
Esto a Samuel le hería el ego y le encendía una furia loca.
Fue entonces que llegó a su casa y...
2 Nombre: Lacerante Nostalgia 23-09-2021 (Thu) 18:51:01 [del]
... encontró una de las libretas de dibujo de su hermano, ahí, tirada en el piso, como si un demonio de esos de bajas vibraciones la hubiera puesto de carnada. Página tras página, la letra inconfundible de SU Clotilde, solo que en un idioma entre ruso y chino, inentendible, impronunciable. Sensuales as, lúbricas eles, delicadas des, con enes y erres escritas al revés y equises con tres brazos. Lo único que le decía algo eran los signos de interrogación, sin mencionar los garabatos infantiles que recordaban a un mono pateando una roca. Cada palabra era una burla, cada punto seguido una carcajada.
3 Nombre: Nerd Kid 23-09-2021 (Thu) 19:58:33 [del]
Recordó sin querer una vez que ella le empezó a hablar de grafología, de runas, de alfabetos cifrados y él la calló a besos y la devistió y hicieron todo lo demás en silencio y luego ella nunca le volvió a hablar de nada. Sólo era juntarse y tener relaciones sexuales. Y ella se dejaba hacer todo como una muerta feliz. A nada decía que no pero a nada diría que sí. Mucho menos el fútbol.
Cada trazo era la sospecha de que su hermano y su hembra estaban cogiendo en algún lado. Esos trazos eran de sémen, no de tinta. No quiso asumir nunca lo que ya sabía: Esta cholita no era como las demás que se fascinan con proezas físicas. No quería un futuro con nadie. No parecía querer un futuro con nadie nunca. Él la quería proteger, la quería salvar y cuando no estuviera haciendo otra cosa, quería cogérsela todo el día, quería preñarla y atarla a sí para siempre.
No sabía lo que hacía, ahora estaba ausente de sí. Las vibraciones del ruido negro tomaron posesión de su cerebro. Saturnalia de duendes afilaban allí sus hachas y preparaban sus dardos de ponzoña de araña y ofidio. Agarró un cuhillo Tramontina de la mesada y subió como un puma por la escalera.