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    Aparece un gnomo loco (7 respuestas) thread icon

    7 [del]

    Clotilde ya tiene cuarenta y cinco años. Muere esta mañana de coronasida cepa duende. Los duendes no contraían ni difundían la enfermedad, pero cuando una facción de los duendes carabineros deja de comer carne putrefacta en favor de una dieta vegana, todo colapsó.
    Antes de morir sola en su casa, escupiendo una mezcla de sangre, flema y saliva, se sueña quinceañera, yendo con sus amigos puramente oníricos a un boliche gótico. Pasan música que en ese momento de su vida, parece gustarle. No siente que las letras sean profundas ni la música conmovedora, pero al menos es bailable y los sonidos graves, las líneas de bajo, tienen una relevancia que en otros géneros se diluye.
    En la pista de baile la quieren besar, quieren bailar con ella. Le tocan el pelo. Por ello más de una vez se había rapado. Le frotan partes. No se podía quitar las partes. Las necesitaba.
    No tiene dinero para tragos, nunca lo tuvo. Eran más imprescindibles los libros, los discos. Las cosas para dibujar, ahorrar para una cámara de fotos, para una guitarra, un bajo, un amplificador, un reproductor de música. No para alcohol bebido entre tontos manolarga. Tontos nocturnos la asediar invitándole tragos que ella no aceptará. Más de una chica terminó drogada y manoseada en un rincón del lúgubre lugar o de lugares aledaños. Promocionado como un refugio vampírico, el bar-pista de baile "Mórbido Letargo" es un antro sórdido como cualquier otro, decorado con dibujitos en las paredes. Calabazas ahuecadas, ataúdes, calaveras, murciélagos, velas. La única distinción, porque en boliches donde sonaban cumbias ocurrían las mismas turbias maniobras.
    A penas llega y ya se quiere ir. Desearía no haber venido. Los dibujitos que decoraban el lugar no se mueven, pero quizá por el aire viajan sustancias embriagantes. Quizá le untaron burundanga en la piel. Sus amigos de entonces la escuchan y la auxilian a salir de allí. Sus piernas casi no la sostenían. Clotilde siempre tuvo la facultad de granjearse buenas amistades. Nunca duraderas, porque morían por el camino de un sueño al otro. No sólo en su vida despierta, sino de una temporada a la siguiente. Gente que podía contenerla en momentos angustiantes, nunca le faltó. También ella fue fiel, sabia para escuchar sin juzgar. A veces no sabía devolver los abrazos, pero se mantenía quieta y suave al recibirlos cuando venían sin aviso. Para ella había tensión, no sabía cómo querer ni cómo dejarse querer. Pero creía en que había que ser justa y recta. Esas personas, esos transeúntes, eran seres dolidos. La gente que siempre estaba acompañada, que era carismática no ejercía ningún magnetismo sobre Clotilde.

    Ya en casa, su amiga de entonces le hizo un té (no había más café). Durmieron abrazadas, hablaron de sueños y viajes, y personas. Alguna deficiente descripción de una escena de película, algún diálogo de un libro que ya no tenían a mano, y se durmió primero una y luego la otra.
    Y al despertar, todo esto había pasado.
    Al despertar, Clotilde habrá dejado de existir.


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