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Un ñato con una fuerte tendencia a dejarse manipular por factores externos fue a visitar a MUTENROSHI para plantearle el siguiente problema:
—Maestro, no soy capaz de encontrar la paz interior.
—¿Cuál es el motivo? —interrogó el calvo y barbado sensei, ajustándose las gafas.
—Lo ignoro. Por eso estoy aquí, buscando tu sabiduría y consejo.
El sensei quedó pensativo unos instantes y dijo:
—Vas a ir ahora mismo AL CEMENTERIO. Allí te sentarás en medio de las tumbas y pasarás la mañana clamando toda suerte de elogios a los muertos.
El discípulo obedeció y, una vez que hubo cumplido la tarea, regresó.
—¿Has hecho lo que te dije? —preguntó el vetusto pajero geronte, relojeando una revista erótica de la época de Matusalén.
—Así lo he hecho —respondió el ñato.
—Bien; pues ahora volverás al cementerio y pasarás la tarde vertiendo insultos e injurias a los muertos.
El discípulo, alto dominado, volvió a cumplir la orden del maestro. Llegada la noche, regresó de nuevo.
—Maestro, durante la mañana he ensalzado las virtudes de los muertos con toda clase de elogios, pero por la tarde he ofendido gravemente a esos mismos muertos con una ingeniosa batería de puteadas.
—¿Y qué te contestaron los muertos? —preguntó el tortugáceo eyector de espermatosaurios— ¿No se mostraron satisfechos y se vanagloriaron con tus alabanzas? ¿Se indignaron con tus insultos, los muy lagartos?
—Pero maestro, no me tome por dolobu. ¿Cómo van a reaccionar si están muertos? ¿A qué estamos jugando?
—No podés ser tan boludo, hermano. La ausencia de reacciones, tanto ante las ofensas como ante las alabanzas. Si no aprendés eso, cagaste. De enserio te digo. Si alguien te insulta y enciende tu cólera, ¿no ves el poder que tiene sobre vos? Si alguien te alaba e inflama tu vanidad, ¿no ves el poder que tiene sobre vos?
—Uy, no vi nada, maestro, ¡qué chambón que soy!
—Y sí, pá. Tu paz interior la tenés ahora en manos de los demás.
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Un hombre sabio se plantó en medio de un auditorio e hizo una broma muy buena para los asistentes. Todos se rieron. Acto seguido volvió a explicar la misma broma. Esta vez, menos gente se río de la broma. Explicó la misma broma unas cuantas veces más hasta que todos los del público empezaron a mirarle con odio y nadie se reía. Entonces sonrío y les dijo:
No podés reíros de la misma broma una y otra vez, ¿verdad? Entonces, ¿por qué lloráis por lo mismo una y otra vez?
Un cordero perseguido por un lobo buscó refugio en el templo.
–Si te quedas ahí, el sacerdote te atrapará y te sacrificará –dijo el lobo.
–Me da igual ser sacrificado por el sacerdote o devorado por ti respondió el cordero.
–Amigo mío –dijo el lobo–, me apena ver cómo consideras una cuestión tan importante desde un punto de vista meramente egoísta. No me da igual a mí.
—BIERCE, Ambrose.
Existía un próspero reino en el norte de la India.
Su monarca había alcanzado ya una edad avanzada.
Un día hizo llamar a un yogui que vivía dedicado a la meditación profunda en el bosque y dijo:
—Hombre piadoso, tu rey quiere que tomes esta caña de bambú y que recorras todo el reino con ella. Te diré lo que debes hacer. Viajarás sin descanso de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y de aldea en aldea. Cuando encuentres a una persona que consideres la más tonta, deberás entregarle esta caña.
—Aunque no reconozca otro rey que mi verdadero yo interior, señor, habré de hacer lo que me dices por complacerte. Me pondré en camino enseguida.
El yogui cogió la caña que le había dado el monarca y partió raudo.
Viajó sin descanso, llegando sus pies a todos los caminos de la India.
Recorrió muchos lugares y conoció muchas personas, pero no halló ningún ser humano al que considerase el más tonto.
Transcurrieron algunos meses y volvió hasta el palacio del rey.
Tuvo noticias de que el monarca había enfermado de gravedad y corrió hasta sus aposentos. Los médicos le explicaron al yogui que el rey estaba en la antesala de la muerte y se esperaba un fatal desenlace en minutos.
El yogui se aproximó al lecho del moribundo.
Con voz quebrada pero audible, el monarca se lamentaba:
—¡Qué desafortunado soy, qué desafortunado! Toda mi vida acumulando enormes riquezas y, ¿qué haré ahora para llevarlas conmigo? ¡No quiero dejarlas, no quiero dejarlas!
El yogui entregó la caña de bambú al rey.
Estaba Sin-Forma muy feliz por ahí. Sus amigues nunca lo entendieron. Ese muchacho carecía de orificios. "No tiene boca, orificios nasales, oídos, ojos, ano ni uretra".
Sin-Forma no entendía eso como un problema y hacía sus cosas lo más campante.
Hasta que sus amigues lo acorralaron y lo apuñalaron siete veces,
"Bueno, parece que Sin-Forma se murió... ¡pero ahora tiene orificios como nosotros!"
Un discípulo le preguntó una vez a FURRO NIPÓN ZEN:
¿De dónde viene el lado negativo de nuestra mente?
El FURRO se retiró un momento y enseguida regresó con un gran lienzo en blanco. En medio del lienzo había un pequeño punto negro.
¿Qué ves en este lienzo? —preguntó el FURRO NIPÓN ZEN.
Un pequeño punto —respondió el discípulo.
Ese es el origen de la mente negativa. Aunque la tienes delante, no ves la enorme extensión que rodea al punto punto, weón.