Recuerdo de niño que conocía a un chico dos años mayor, el se acerco a mi y nos pusimos a platicar en el patio de la escuela yo he de haber tenido unos 6 tal vez menos. Le llamo mucho la atención mi forma de caminar y el como hablaba con la gente.
hablamos por un rato, haciendo groserías a niños mas pequeños que nosotros y manoseábamos a niñas de nuestros respectivos salones, el me invito a su casa a jugar videojuegos, ya que su padre siempre le compraba todo lo que el quería. El me invito a un cuarto en donde tenían varias latas de pintura, el me dijo que si inhalabas de una lata de Resistol se sentía muy bien.
Yo no sabia el por que lo hacia y tampoco me extrañaba que también me gustara, había días en lo que llegaba a mi casa en las noches para inhalar un poco del "pegue". Había días en los que yo sin motivo aparente salía a inhalar Resistol con el.
Un día el me dijo que ya no iba a vivir en la colonia, su madre ya no quería que estuviera con su padre, el decir que su padre abusaba sexualmente de el, yo no sabia que era eso y le pregunte
-¿que es eso?
el me vio y me dijo
-es cuando te meten el pito por el culo
yo por un momento quedarme helado, ya que nunca pensé en algo así, lo mire a los ojos y vi a un niño triste, sin alma y con pocos ánimos de querer ser niño.
Ese día fue la ultima vez que inhale Resistol, llegue a mi casa y vi a mis dos hermanos que me estaban esperando, ahí descubrí que yo también era violado. Solo grite MAMÁ y la pesadilla había terminado.

el de abajo inhala resitol

La pesadilla había terminado, pero estábamos todes pegoteades. Olíamos embriagadores, pero el menor movimiento nos dolía, tiraba de la piel. Desfallecíamos en los vahídos y los gemidos. Ingresábamos a nuevas visiones o pesadillas. Caíamos eternamente. ¿Habría un final? No sabíamos si dolía o si perdiendo la sensibilidad y la conciencia, una paz amarillenta nos bañaba en dulces aromas del más allá.
Robaron en mi casa todo el dinero y los pañuelos de papel. Usualmente no hubiera acudido a la Fiscalía de los carabinéros canabinólicos alto-oléicos de la división proto-jurásica, pero estaba desesperado, me goteaba la nariz moco y sangre y gusanitos. Me tomaron declaración y me pidieron pañuelitos. "Los chorros me los chorearon" dije y ahí vi como lo que el operario tipeaba en la máquina antigua de glifos se incineraba. "Prosiga. Y vuelva con pañuelitos".
Intenté ir al bosque tras el cañaveral del funeral, quizá talaría un árbol pequeño y ancestral para pasarlo por la máquina de celulosa y hacer un paquete de pañuelitos. Me seguía sonando con las mangas y ya tenía una costra de moco sanguiñolento que parecía un panal de abejas, por sus celdas hexagonales, o quizá octogonales. No sé, estoy re loco, siento que se me derrite el cerebro.
Encontré un pomo de Resistol y me lo inhalé tanto que me selló las fosas nasales. Respiré por la boca tanto como pude, incluso cuando una nube de aserrín golpeó mi cara como un tiger uppercut de Sagat de Street Fighter meets Mau & Ricky. Caí muerto y ahogado y seguí cayendo y cayendo hasta diluírme antes de estrellarme.
Ya nunca podré llevar a cabo lo que tanto ansiaba, que ya no sé ni qué era.
En Madrid está lloviendo y los racistas siguen insultando a Syd Vinicious. Este mundo no tiene arreglo, sigue cayendo y cayendo.

Intenté ir al bosque tras el cañaveral, "Cañaveral Funeral". También está el "Cañaveral Pineral" y "Cañaveral Marsupial" (de donde provienen los canguros boxeadores, los temibles "boxitracios").

Allí, mi plan era talar un árbol pequeño y ancestral para pasarlo por la máquina de celulosa y hacer un paquete de pañuelitos.

Me seguía sonando con las mangas y ya tenía una costra de moco sanguiñolento que parecía un panal de abejas. Celdas hexagonales, o quizá octogonales. No sé, estoy re loco, siento que se me derrite el cerebro. No puedo contar los lados de pequeñas figuras geométricas, de un patrón regular. Pero se mueven. Parecen danzar la lambada.

En el camino, encontré en el suelo un pomo de Resistol. ¿Qué podía hacer, en mi vehemente condición? Sí, amigues. Me lo inhalé tanto que me selló las fosas nasales. Respiré por la boca tanto como pude. Así caminé diez kilómetros, más o menos. Nunca terminaba de llegar a mi destino.

Una tormenta de arena y aserrín golpeó mi cara como un tiger uppercut de Sagat de Street Fighter. Ya lo veía venir, veía los árboles y las palmeras ondear, sentía contra la piel descamada y moqueada los embates del viento silbador y sibilino.

Volé por los aires huracanados hasta que, abruptamente caí sobre la roja tierra misionera, quebrachera y montaraz. Mi cuerpo se lastimó severamente en varias partes. Llamativamente, sentía huesos rotos, pero nada de dolor.

Hola, amigue, dijo una voz ronca y milenaria. Soy Henry Kissinger.