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"Yakko, te quiero" me susurró Dot y yo le dije que también. Ella me tocaba las mejillas, me jalaba los cachetes. "¡Ouch!", me oí decir. Y pensé que no podría seguir leyendo el artículo de Byung Chul Han sobre Steven Universe y las gemas del capital.
Dot se deleitaba conmigo. O eso parecía. Se revolvía entre mis piernas hasta que se detuvo y me miró ruborizada.
"Y sí, boluda" —pensé— "se me paró la garcha, ¿qué te pensás?"
Me miró como hablándome con sus ojos. Si yo tuviera telepatía, algo así como "¿Me la mostrás?" diría que me inquirió inocente, seria. Incluso, humectada.
¿Y qué le iba a decir? Era mi hermana DEL ALMA. Junto con el esquizo de Wakko, son lo único que tengo en este mundo de falsedad y horror. Los excesos criminales de Israel en Palestina son horrendos como Los Desastres de la Guerra que ilustró don Francisco de Goya y Lucientes. Qué tendrá que ver, ¿no?
Pensando en aquellas crudas estampas de desolación, conseguí que mi pedacito se pusiera blando nuevamente. Escuché a Dot bufar.
Súbitamente, se arrojó a mi cuello y me empezó a besar fuerte. Fuerte, no a la manera de Kokún.
"Soy una vampira y te voy a chupar el pico" y así descendió a lo largo de mi cuerpo y mis pantalones volaron. Pensé en los árabes bombardeados. "Son flor de boludos, pero los banco". Dot me la re chupaba. Dejé de pensar en Goya y pensé en argollas. En Sonic y Tails haciendo el delicioso. En la célebre animación webm de Theobrobine donde en la tienda pokemon Lucario y Cinderace se estimulan sonriendo con música y alcohol y lo siguiente que supe fue que miraba el techo como si una bomba de placer hubiese impactado desde dentro de mi mente.