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Provincias Unidas de Sudamérica, Campamento militar en Mendoza, noviembre de 1816.
Se ocultó en la oscuridad que rodeaba a la hoguera. Su corazón decía una cosa y su estómago, otra.
Cerca, un hombre tocaba la guitarra. Y cantaba una copla sobre un hombre que cantaba una copla. Otros hombres iban y venían, ocupados en quehaceres que Atima Silencio no podía distinguir. De tanto en tanto, sonaba una voz o una carcajada.
A un costado de la hoguera, sobre un brasero de hierro, se recocían restos de carne y grasa.
Atima Silencio debía decidir entre su hambre y su miedo. Y el hambre, claro, pudo más.
La primera reacción de los hombres, al verla aparecer, fue de absoluta indiferencia. Con tanta penumbra, creyeron que se trataba de una de las pocas mujeres que ayudaban a diario en los preparativos para la campaña. Las reconocían a todas. Viudas, en su mayoría. Decididas, escandalosas y malhabladas como un marineros de un basco carguero. Pero pronto, uno de ellos observó la novedad. Y con un grito llamó la atención de sus compañeros.
Todos giraron a mirarla. Algunos pensaron que todavía era una niña. Otros, en cambio, pensaron que ya había dejado de serlo.
Atima Silencio tenía puestos los ojos en el brasero donde chirriaban los restos del asado.
—¡Acercate!
Y ella avanzó un poco.
—Si querés comer, tenés que acercarte más.
—No tengas miedo.
—Vamos, acercate.
Los trozos de carne se apretaron en la hoja de un cuchillo pequeño y filoso.
—¡Tomá!
Atima Silencio comió con avidez. Si su madre hubiese estado allí, le habría dado un reto de esos que no terminaban nunca. Pero su madre no estaba para retarla, ni para protegerla.
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“Soy un agente público y no se para quién trabajo, mis instrucciones llegan de las señales de la calle, de los diarios y de los fragmentos de conversaciones que capturo en el aire, como un buitre que arranca entrañas de una boca”.
~ BURROUGHS, William, The Soft Machine
¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido.
— RULFO, Juan (1917-1986) Novelista y cuentista mexicano.
Quiero encerrarme en una tumba contigo.
—JODOROWSKY, Raquel, Los amantes.
“Por mucho que me diese vueltas y vueltas sobre el pequeño colchón, no llegaba a conseguir ni el más pequeño momento de sueño. Incluso masturbándose en esos casos no se siente ni consuelo, ni distracción. Entonces es la verdadera desesperación.”
~ CELINE, Louis-Ferdinand, Viaje al fin de la noche, 1932.
- https://akifrases.com/autor/louis-ferdinand-c%C3%A9line/2
La mayoría de la gente no muere hasta el último momento; otros empiezan veinte años antes y a veces más. Son los desgraciados de la tierra.
CÉLINE, Louis-ferdinand.
Fuente: https://citas.in/autores/louis-ferdinand-celine/
Con las palabras todas las precauciones son pocas; parecen mosquitas muertas, las palabras, no parecen peligros, desde luego, vientecillos más bien, ruiditos vocales, ni chicha ni limonada, y fáciles de recoger, en cuanto llegan a través del oído, por el enorme hastío, gris y difuso, del cerebro. No desconfiamos de las palabras y llega la desgracia.
"Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline.